Es muy triste ver que pueden ocurrir estas cosas; que a un deportista joven le falle lo que se supone "nunca podría fallar": su salud. El sobreesfuerzo de los deportistas de élite saca a relucir fallos en nuestra maquinaria corporal que en condiciones habituales no saldrían hasta pasado mucho tiempo. Lo que ha ocurrido no tiene vuelta atrás porque es inevitable. Lo más triste es que no podrá ver a su hijo; pero seguro que su madre en un futuro le contará al niño que tuvo un padre futbolista y eso al muchacho de algún modo le haga sentirse orgulloso de él...
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