(Esta historia es ficción: P. Gundachón R. Mortezón no son personajes reales)
P. Gundachón, es feliz con su huerto y las cuatro cosas que tiene sembradas para su consumo personal. Una de las cosas que le hace sentirse más contento es un ciruelo que desde hace muchísimos años le regala con cuatro o cinco cajas de ciruelas en el año en que dicho árbol se siente generoso. Pero de dos años para acá el ciruelo, aún teniendo toda la pinta de dar ciruelas, estas no llegan a las manos del labrador. La sospecha empezó a rondar por la cabeza del jubilado y decidió emplear parte de su tiempo en la vigilancia de sus domininios sembriles. Así las cosas, en una caseta que tiene junto al huerto, en la que guarda sus herramientas de trabajo, montó un puesto de vigilancia a través de una pequeña ventana existente en la parte delantera, que está justamente frente al ciruelo. Allí estuvo un día entero sin que nada destacable sucediera. Incluso aguantó por la noche pensando que el desaprensivo o desaprensiva pudiera actuar sin luz del día. Pero nada ocurrió durante la noche. Siendo ya de madrugada y estando a punto de salir de la caseta para irse a casa a descansar ve como llega R. Mortezón, un hacendado importante de la zona desde hace años en un Jaguar que aparcó en la parte del camino cercano al huerto. Observó cómo este hombre se baja de su cochazo y se dirige con paso chulesco hacia su huerto con una pequeña escalera de aluminio en una mano y un cubo de plástico en la otra. Ante su asombro, ve cómo Mortezón sube a la escalera, que había situada bajo el ciruelo y empieza a coger ciruelas y a meterlas en el cubo. Cuando se llenó éste, bajó de la escalera, fue a su coche y vació las ciruelas en una caja que tenía en el maletero, haciendo hasta cuatro viajes del ciruelo al vehículo hasta que llenó dicha caja. Una vez terminado el hurto, se marchó tan ricamente.
Gundachón, indignado y asustado en un principio, ya que no se atrevía a sorprender al importante hacendado, acabó reaccionando y urdió un plan de venganza que puso en práctica esa misma tarde.
Estando el hacendado Mortezón, en su chalet, después de comer, oye como en la piscina de su casa se produce un ruido como si algo pesado cayera en el agua. Salió inmediatamente al exterior y vio a P. Gundachón desnudo sentado en su tumbona y al borrico de éste metido en el agua después de haber hecho sus necesidades en la hierba. Se puso a dar voces y a insultar a Gundachón amenazando con llamar a la Guardia Civil. A todo esto, el afectado por el robo de ciruelas, llevaba en la mano un garrote con el que atizó en la cabeza a Mortezón mientras le decía:
- Eso. Llama a la Guardia Civil y les dices que llevas dos años robándome las ciruelas de mi propiedad.
Quedóse blanco el hacendado, y luego lo negó. Aunque de poco le sirvió porque Gundachón le dijo que le había visto hacerlo señalándole el maletero de su coche, que estaba abierto con las ciruelas a la vista. Como la piscina tenía escaleras de las normales para entrar y salir salió el borrico y le atizó una coz al Jaguar que le rompió el cristal lateral.
Exigió Gundachón una compensación por el robo de sus ciruelas y consiguió que Mortezón le diera un cheque por el valor aproximado de las ciruelas que habían sido robadas durante todo este tiempo. Así las cosas, el labrador se vistió, montó en su borrico y se marchó cogiendo una manzana del manzano que había junto a la piscina...
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