Prosantonio Ramírez Caraviejo, vendedor de ropa en la calle principal de Villanueva de los Menudillos sufrió una crisis de identidad el jueves 18 a las siete y diez de la tarde mientras miraba a una turista imponente paseando por delante de su tienda. Dicha crisis de identidad le produjo en su diminuto cerebro que ya no era él sino el vecino de su inmueble que vivía en el piso cuarto B, don Mescadio Prinsalín, el más famoso fontanero del pueblo.
Como daba la casualidad de que Prosantonio tenía una llave de su vecino, ya que este se la había dejado para que le mirasen el contador del gas, ni corto ni perezoso se metió en casa del fontanero y empezó a ejercer del mismo.
Ayudó a que las cosas salieran de esta manera que el fontanero estaba unos días de vacaciones en la localidad de Nerpio, donde había ido a visitar a unos primos. Así las cosas Prosantonio se enfundó el traje de faena de Mescadio, se puso la visera y empezó a ejercer de fontanero sin el mayor problema. Daba también la casualidad que existía cierto parecido entre ambos, y como no se quitaba la visera, la mayoría de la gente, aunque le miraba con recelo, acababa por creer que se trataba del verdadero fontanero.
Al ser también un manitas, las chapuzas las hizo con bastante éxito, por lo cual todo funcionaba sobre ruedas en ese aspecto.
El problema surgió cuando la mujer de Prosantonio regresó de un viaje que había hecho para ver a una hermana que estaba en Alicante y de golpe y porrazo se encuentra con su marido en el rellano de la escalera vestido de fontanero. El impacto en el cerebro de Prosantonio fue tremendo, ya que recuperó su verdadera identidad de ipso-facto sin saber dar explicaciones a su esposa.
Al verse así vestido volvió a dejar la ropa y todas las herramientas en casa del fontanero, junto con el dinero que había ganado.
Cuando regresó el verdadero fontanero y vio el dinero no supo qué pensar...
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